El silencio de la nieve
Cada copo de nieve que cae está formado por pequeños cristales de hielo hexagonales casi microscópicos. En esa delicada caída hasta el suelo van atrapando las partículas que flotan en el aire reduciendo a su paso todo el ruido ambiental, ya que estas actúan amplificando las ondas sonoras.


Es cierto que en áreas urbanas, por ejemplo, en grandes ciudades es difícil percatarse de este fenómeno, salvo en plena nevada. Sin embargo, si nos alejamos hacia zonas de montaña o áreas más despejadas, tanto durante como después nos daremos cuenta de que el silencio absoluto acompaña siempre a la nieve.
Por otra parte, también hay que tener en cuenta las características de la nieve y su edad, es decir, si hace mucho tiempo que nevó o si, por el contrario, ha caído recientemente. Por ejemplo, cuando pisamos una nevada de pocas horas nos encontramos sobre la nieve virgen y casi siempre es una capa muy fina de calidad polvo. Es muy esponjosa, perfecta para jugar, deslizarse en trineo y caminar sobre ella. Este tipo de nieve es la que más fácil absorbe los sonidos.
Cuando el tiempo pasa y la nieve se va compactando haciéndose dura o polvo-dura se forma una capa de hielo superficial. En este caso ya no absorbe tanto las ondas sonoras sino que parte de ellas las rebota y viaja más lejos. Esto ocurre en estaciones de esquí o en zonas donde ha caída una nevada sometida constantemente al paso de la gente.
El tránsito de personas sobre esta nieve comprime los cristales de hielo unos con otros hasta acabar formando también una capa compacta y lisa que provoca que la sonoridad del ambiente ya no quede atrapada en la nieve.
Aunque cada nevada es diferente y el silencio que deja a su paso depende en cierta medida de la morfología de la nieve y del manto que va creando al caer, el efecto visual y también sonoro seguro que nunca dejará de sorprendernos.
"Trackback" Enlace desde tu web.